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MUJER GRANDE ES TU FE

MUJER  GRANDE ES TU FE
Mt 15,21-28
Hoy en el Tercer milenio, frente a todas nuestras imperfecciones humanas, también decimos al Señor:   ten piedad de mi, de nosotros, del mundo entero…
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En muchos lugares, escuchamos a menudo expresiones como “ya no queda fe”, y lo dicen personas que piden a nuestras comunidades el bautizo de sus hijos o la catequesis de los niños o también, el sacramento del matrimonio.
Esta palabra ve el mundo en negativo, muestra el convencimiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor y que ahora estamos al final de una etapa en la que no hay nada nuevo que decir, ni tampoco nada nuevo por hacer. Evidentemente, se trata de personas jóvenes que, en su mayoría, ven con un cierto tono de tristeza que el mundo ha cambiado tanto, desde sus padres, que quizás vivían una fe más popular, que ellos no se han sabido adaptar. Esta experiencia les deja insatisfechos y sin capacidad de reacción cuando, de hecho, quizás están a la entrada de una nueva etapa que conviene aprovechar.
Este pasaje del Evangelio lleva nuestra atención sobre aquella madre cananea que pide

una gracia para su hija, reconociendo en Jesús al Hijo de David: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada» (Mt 15,22). El Maestro con estas palabras, queda sorprendido: «Mujer, grande es tu fe», y no puede hacer otra cosa más que actuar a favor de aquellas personas: «que te suceda como deseas» (Mt 15,28), aunque parezca que no entran en sus esquemas. Pese a todo, en la realidad humana se manifiesta la gracia de Dios.

Desde otro punto de vista, la fe no es ni ha sido nunca, patrimonio de unos cuantos, como tampoco es propiedad de los que se creen buenos o de los que creen haberlo sido, ni de otros que tienen esta o aquella etiqueta social o eclesial, (pertenezco a tal o cual pastoral, etc.) La acción de Dios es muy anterior a la acción de la Iglesia y además, sabemos que el Espíritu Santo está actuando ya en personas de las que nunca hubiéramos sospechado que nos traerían un mensaje de parte de Dios, o una solicitud a favor de los más necesitados.

San León nos decía: «Amados míos, la virtud y la sabiduría de la fe cristiana son el amor a Dios y al prójimo: no falta a ninguna obligación de piedad quien procura dar culto a Dios y ayudar a su hermano».

Pidámosle a nuestra Madre tres veces admirable, que nos ayude a servir a nuestros hermanos, ya que con ello, damos un buen culto a nuestro Dios. AMÉN.Comentó Rafael Guidotti. I «Madrugador» – Talcahuano

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